Recuerdo la primera vez que entré en un aula como docente, bueno, las dos veces. La primera como practicum y la segunda cuando ya estabas solo ante el peligro. Recuerdo que en ambas ocasiones sentía cierto cosquilleo en el estómago, nervios en las piernas y muchos ojos encima de mi, observando mis movimientos, mis decisiones. Recuerdo a las familias cuchichear y evitar mi mirada cuando coincidíamos. Recuerdo mis palabras para llevarme a esos niños para dentro del aula.
Via Gumersindo Fernández