Me parece constatable, y preocupante, la recepción favorable en una parte importante del profesorado, en especial en secundaria, de un tipo de “discurso antipedagógico” que en mi opinión no hace otra cosa que reforzar determinados prejuicios e inercias muy arraigadas en ese profesorado, al tiempo que reduce toda “pedagogía” (nueva o vieja) a una simple caricatura. Creo que Gregorio Luri, aunque discrepo de sus tesis que en buena medida alimentan también el antipedagogismo, escapa de la simplificación caricaturesca cuando advierte de que no se trata de rechazar la pedagogía, sino de discernir entre la buena y la mala pedagogía. En efecto, de eso se trata y de eso debería discutirse y no de una incompetencia innata de toda pedagogía que justificaría el absurdo oxímoron de que la buena educación solo puede ser… ¡antipedagógica!